Pese a encontrarse en uno de los barrios más populosos de la ciudad, este pequeño parque respira tranquilidad y calma. Su espacio central, despejado y tapizado por una verde alfombra de hierba, está rodeado por un llano paseo que describe un amplio óvalo en el que cada pocos metros se pueden encontrar bancos donde descansar plácidamente. Los dos espigados ejemplares de pino rojo que crecen enfrentados a ambos lados del parque, parecen contemplarse entre sí, impasibles, en un mudo diálogo vegetal. En uno de los flancos, el follaje de una alineación de carpes aporta una susurrante frescura, mientras que en el otro, una tupida masa de bambú dota al conjunto de un punto de exuberancia oriental. Antaño, en los terrenos que ahora ocupa el parque, se ubicó un campo de tiro, que fue escenario de los fusilamientos que se produjeron tras la toma de la ciudad por los sublevados durante la Guerra Civil.