Árbol de porte variable —raramente sobrepasa los 25 m—, de copa baja, densa y redondeada. Su corteza es gruesa, cenicienta y resquebrajada en grietas poco profundas, y sus ramitas están densamente cubiertas de un fieltro blanquecino (borra). Las hojas son simples, persistentes, alternas, coriáceas y de forma variable: redondeadas, elípticas o lanceoladas y con el ápice romo o agudo. El margen puede ser entero o estar provisto de piquitos espinosos (sobre todo en las hojas de las ramas inferiores o en los brotes nuevos), el haz es de color verde oscuro y el envés está cubierto de un denso tomento blanquecino, de aspecto aterciopelado. En primavera las flores masculinas nacen agrupadas en ramillos colgantes (amentos) de color amarillo ocre, mientras que las discretas flores femeninas brotan en el mismo árbol (monoicas) generalmente en solitario. En algunas encinas predominan las masculinas y en otras las femeninas, de aquí el dicho: «Encina con moco [amento masculino], en la montonera da poco». Sus frutos son unas bellotas ovoides, hasta de 3 cm de longitud, con una única semilla y que están unidas al árbol por una cúpula (el cascabillo) apretadamente escamosa. Pueden ser dulces o amargas.
ECOLOGÍA
La encina es indiferente al tipo de suelo, aunque prefiere los sustratos calizos y rehúye los terrenos demasiado arenosos, salinos o encharcados. En su hábitat de distribución natural puede encontrarse tanto en zonas costeras de clima suave como en las interiores, donde las diferencias de temperatura son más acusadas. Es un árbol que aguanta bien el calor estival y las sequías prolongadas, las heladas y una alta exposición al sol. Como tiene capacidad para desarrollarse en terrenos algo húmedos, siempre que estén bien drenados, ha prosperado en el dominio potencial del monteverde canario, donde puede observarse de forma esporádica.
DISTRIBUCIÓN
La encina habita principalmente en toda la región mediterránea, desde donde fue introducida en Canarias. Actualmente se considera asilvestrada en La Palma, La Gomera, Tenerife y Gran Canaria, si bien son francamente escasos los ejemplares que hoy día pueden observarse en este estado.
MÁS INFORMACIÓN
La encina es el árbol más característico de los bosques mediterráneos. Sin embargo, su distribución en el archipiélago resulta casi anecdótica debido en gran medida al limitado interés de los isleños por este árbol. Ya en 1856, el clérigo, escritor y naturalista canario José de Viera y Clavijo se hizo eco de su escaso cultivo: «en nuestras islas solo se conocen algunas encinas plantadas modernamente en la ciudad de La Laguna y […] la encina vieja de Teror, con otras cuantas nuevas, no contando con el corto plantío que hizo en el monte del Lentiscal la Sociedad Económica, no ha muchos años».
Una conocida aplicación de las bellotas de encina es la de servir como alimento para el ganado porcino, sobre todo en Extremadura y Andalucía, ya que una dieta a base de sus bellotas es fundamental para la obtención de un jamón ibérico de calidad. No en vano el calificativo ‘de bellota’ indica calidad y exquisitez.
Por otra parte, las bellotas más dulces son también utilizadas para el consumo humano, ya sean crudas, cocidas o asadas como castañas. Antiguamente se molían para obtener una nutritiva harina muy utilizada para elaborar pan, tortas, gachas, diversos dulces y pastelillos. Tostadas y molidas pueden sustituir al café.
La madera es densa, dura y de muy buena calidad, excelente como combustible y carbón vegetal. Por su resistencia a los golpes y la putrefacción, se usa para hacer pilares, vigas, postes, suelos, mangos de herramientas, cepillos y garlopas de carpintero. También se elaboran con ella objetos que van a estar sometidos a la humedad, como piezas pequeñas de barcos o dientes de engranaje. Su corteza es rica en taninos y se ha empleado para teñir tejidos o curtir pieles, especialmente en países norteafricanos como Marruecos.
La encina tiene grandes virtudes medicinales. La infusión de corteza de encina es astringente, lo que la hace indicada para el tratamiento de las diarreas, y además contiene mucho calcio, beneficioso para nuestros dientes y combatir los problemas de descalcificación en los huesos. No obstante, esta tisana está contraindicada en casos de gastritis o úlcera gastroduodenal. La decocción de hojas y bellotas machacadas se considera muy útil para desinfectar heridas y ulceraciones dérmicas y bucales.